Por alguna razón que aún no comprendo del todo, los seres humanos hemos fomentado la competencia como medio de supervivencia. Desde el colegio, nos enseñaron a competir por las mejores notas, en los deportes a ganar siempre con el objetivo de ser los mejores, y ya en la adultez, sea como emprendedores o empleados, a luchar por ocupar el primer lugar. A menudo estamos pendientes de lo que hace el otro, intentando superarlo, con la única finalidad de obtener mejores resultados individuales.
¿Qué pensarías si te dijera que, en la naturaleza, más del 90% de las relaciones se basan en la cooperación? Cada individuo en un sistema busca aportar para contribuir a un bien mayor, en conjunto.
Un ejemplo que me sorprendió mucho es un documental donde explicaban cómo los árboles se comunican a través de sus raíces, ayudándose entre ellos. Se envían minerales cuando alguno lo necesita, si una especie ataca a uno, los demás colaboran para defenderlo, y si un árbol está muriendo, prefiere entregar todos sus nutrientes al entorno para beneficiar a sus vecinos.
¿Qué tal si dejamos de ver a nuestros semejantes como competencia y comenzamos a identificar los valores que nos unen? ¿Qué tal si exploramos cómo podemos ser mejores juntos? Cada individuo tiene su esencia, y el logro de los objetivos vendrá siempre y cuando dé lo mejor de sí. Al conectarnos con otros y contribuir al máximo desarrollo individual y colectivo, avanzamos todos como especie.
Las relaciones simbióticas en la naturaleza se basan en el "gana-gana" que dos organismos pueden generar. Te invito a relacionarnos desde esta perspectiva, tanto a nivel personal como profesional. Solo de esta forma lograremos desarrollar al máximo nuestro potencial individual y colectivo.
Es importante dar el primer paso. En mi caso, llevo algunos años siendo consciente de esto, buscando cooperar constantemente y estar al servicio de los demás. Los resultados han sido gratificantes: cuanto más comparto, más beneficios encuentro.
Un ejemplo es la comunidad que formé hace tres años junto a una persona que, en su momento, consideraba competencia. La pregunta clave fue: ¿cómo unimos esfuerzos y nos enfocamos en un bien mayor para todos? Hoy puedo evidenciar el poder de este enfoque y los invito a sumarse a este movimiento.
Otro ejemplo que me gustaría compartir es mi experiencia profesional, en la cual he acompañado el diseño y desarrollo de muchas experiencias de aprendizaje. Amigos y conocidos, al necesitar mi asesoría, solían contactarme, pero mis tarifas suelen ser altas para un emprendedor. Así que comenzamos a realizar trueques de conocimiento: hacemos sesiones donde yo les ofrezco mi experiencia y ellos, según su especialidad, me entregan su conocimiento aplicado a mis proyectos. No se imaginan el poder transformador de esta práctica; juntos nos apalancamos y potenciamos mutuamente.
Como en todo en la vida, te cruzarás con personas que aún tienen una visión reducida, centrada en la competencia, que solo buscan imitar lo que haces. Sin embargo, no debemos permitir que eso nos desvíe. Esta es una invitación a hacerlo diferente, a utilizar todos nuestros recursos para conectar desde otra mirada.
¡Más cooperación, menos competencia!
Me encantó esta reflexión, porque además de generar beneficios, en el sentido de potenciar los resultados, nos permite vivir más tranquilos y sentirnos parte de algo más grande. ¡Gracias Cata!