A lo largo de mi experiencia en el desarrollo de proyectos y en la mentoría de profesionales, he descubierto que el proceso creativo es un delicado baile entre dos tipos de pensamiento: el divergente y el convergente. Al principio, no siempre comprendía la diferencia, pero con el tiempo, aprendí que ambos son esenciales y, en conjunto, dan forma a las ideas, les dan vida y dirección.
Quiero compartir contigo esta reflexión sobre la importancia de balancearlos para que las ideas no solo nazcan, sino que también encuentren su camino hacia la acción.
El impulso del pensamiento divergente: soñar sin límites
Cuando pienso en el inicio de cualquier proyecto o desafío, recuerdo que las mejores ideas suelen surgir en esos momentos en los que dejamos volar la imaginación sin limitaciones. Ese es el poder del pensamiento divergente: la habilidad de abrirnos, de ir más allá de las ideas obvias, de explorar lo que está fuera de nuestro alcance inmediato. Este tipo de pensamiento nos invita a romper barreras, a ver posibilidades donde otros ven limitaciones.
Recuerdo una ocasión en la que, en un ejercicio de lluvia de ideas, me encontré explorando soluciones que en un principio parecían imposibles. En ese momento, no había restricciones, solo la libertad de crear sin miedo a equivocarme. Cada idea parecía abrir una puerta a algo nuevo. Y es que, sin este pensamiento divergente, muchas de las soluciones innovadoras que conocemos hoy no existirían.
Para este momento conectate con el niño que tienes adentro.
El enfoque del pensamiento convergente: hacer que las ideas sucedan
Sin embargo, para que esas ideas se conviertan en realidad, necesitamos el pensamiento convergente. Es aquí donde se encuentran la claridad y el enfoque. El pensamiento convergente filtra, organiza y da estructura. Sin él, las ideas seguirían en el aire, sin propósito o dirección.
En mi experiencia, he visto proyectos llenos de potencial quedarse a medio camino porque nunca se enfocaron. Es fácil perderse en un mar de posibilidades, pero el pensamiento convergente nos permite centrarnos en lo que realmente puede funcionar. En este punto, ya no se trata de generar más ideas, sino de elegir, priorizar y decidir cuál camino tomar.
El equilibrio: la verdadera esencia de la creatividad
En los procesos creativos, es común escuchar que debemos “pensar fuera de la caja”, y es cierto, pero también debemos recordar volver a la caja para concretar. La creatividad efectiva no es solo libertad de ideas, sino saber cuándo abrirse a la exploración y cuándo enfocarse en la acción.
Este equilibrio entre lo divergente y lo convergente es lo que le da vida al proceso creativo. Las ideas son libres, pero necesitan estructura para prosperar. No es suficiente tener muchas ideas si no hay una dirección para llevarlas a cabo. Tampoco es suficiente ser demasiado práctico si nunca permitimos que la imaginación vuele. Cuando ambas habilidades trabajan juntas, logramos resultados significativos, tanto en el ámbito personal como profesional.
Cómo cultivar ambos tipos de pensamiento en tu equipo
Si trabajas en equipo, fomentar este equilibrio entre ambos tipos de pensamiento puede marcar una gran diferencia en el desempeño y en los resultados. Algunos consejos que me han funcionado incluyen:
Fomentar espacios sin juicio: Permitir que el equipo comparta ideas libremente, sin temor a ser juzgado. Esto impulsa el pensamiento divergente y permite que las personas exploren sus ideas más creativas.
Establecer momentos de análisis: Una vez que se han generado las ideas, es útil agendar una segunda fase en la que se enfoque el pensamiento convergente, donde se analicen, prioricen y estructuren las ideas más viables.
Alternar entre apertura y enfoque: Cambiar entre ambos tipos de pensamiento puede ser desafiante, pero es importante saber cuándo abrir y cuándo cerrar el proceso creativo para evitar el estancamiento o la dispersión.
El verdadero poder creativo está en encontrar el balance entre abrirse a lo desconocido y dar pasos concretos para alcanzar lo que hemos visualizado. En KOIDEAS, buscamos cultivar ambos tipos de pensamiento, porque creemos que la innovación no es un proceso lineal, sino una combinación de exploración y enfoque. La creatividad florece cuando aprendemos a manejar ambos elementos, y es en este equilibrio donde surgen las soluciones que realmente transforman.
En los procesos creativos, no hay caminos predefinidos, solo la capacidad de navegar entre las ideas y darles una dirección clara. ¿Estás listo para explorar y concretar? La creatividad está en ti; solo necesitas el balance correcto para que cobre vida.
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